Mudblood | Capítulo 1 ─ Cuentos del pasado.

Hubo un tiempo en el que los humanos lucharon desesperadamente por sobrevivir en este mundo caótico. Y contra toda probabilidad, ellos lograron seguir existiendo. 

Tal vez fue por pura suerte o una gracia divina, pero esto les trajo un mal karma.

Ellos no fueron los únicos que trataron de no desaparecer, algunos pocos seres lograron aferrarse a este mundo marchito... Se trataba de los demonios y las bestias de los cuentos. Ya sean hadas o duendes, todo tipo de mitos existieron en esa época. Pero por desgracia, no había un equilibrio para estos seres míticos...

Ellos, quienes se aferraron a este mundo con uñas y dientes, cayeron en caos, cegados por la envidia que sentían de los humanos, provocaron masacres y orgías sangrientas.

Ya nada importaba, ellos jamás tendrían una descendencia; ¿Acaso era su pecado por no querer desaparecer? ¿Porqué los débiles humanos si pueden reproducirse, pero ellos no? ¿Realmente debemos esperar a morir así? ¡NO! ¡Nos—


Negándose a desaparecer, creyeron que podría dejar una marca en la historia y si no, al menos podrían llevarse a varios humanos con ellos.

Así paso el tiempo. De una guerra a otra; humanos contra no humanos se enfrentaron por varios siglos hasta que solo quedaron pocos números en ambos bandos; ningún lado trato de conseguir la paz. No era la primera vez que lo intentaban, obviamente ninguno de los dos bandos se soportaba. Allí solo importaba matar o morir.


En el año 780, existía la capital de Ymrar, una de las tres ciudades que aún seguían existiendo del lado de los humanos; ciertamente ya eran lo último que podría ofrecer la humanidad frente a un ataque tan masivo y vicioso de parte de los demonios. Por suerte, aunque los humanos no eran fuertes, fácilmente podrían repoblar la tierra si fuera un tiempo de paz y los demonios lo sabían; ellos quienes tenían su tiempo contado se quedaron sin ideas. Jamás pensaron que esta lucha duraría tanto, pero ya estaba la leche derramada y era mejor terminar con lo que empezaron. Masacre inminente; así debía ser, pero ellos aparecieron...

La capital de Ymrar, no era precisamente el lugar más bonito para vivir, pero daba cobijo contra el frío y daba algo de seguridad.

Ciertamente era estable, pero no lo suficiente; allí siempre había uno que otro niño con sueños y aspiraciones, ganas para pelear por su gente y vencer a los malvados demonios...

Realmente eran tontos, pero gracias a esos tontos soñadores era posible ver un poco de esperanza en este mundo acabado.

Y allí estaba él, el hijo mayor de cuatro hermanos, cada uno era bueno en algo a excepción de él...

Quizá sea por que se pasó la infancia ayudando en el hogar debido a su madre enferma o quizá fue por ayudar a su padre en la panadería.

Pero ciertamente, allí surgieron las ideas alocadas y los anhelos de este niños.

Ser un caballero para proteger a los suyos; luchar y vencer a los malvados demonios y obviamente ganar mucho dinero...

Tiempo invertido en las pruebas, ganar muchos reconocimientos y con suerte ser aceptado en el ejército.


—Así que tu eres el rumoreado Sailor...

Un hombre de mediana edad con rasgos toscos y una piel oscura entrevistaba a un joven aspirante a caballero.

—Sí, decidí pelear por el bienestar de mi familia...

El hombre de piel oscuro entrelazó sus dedos mientras fruncia el ceño; al parecer recibió una respuesta que consideró hipócrita, pero luego pensó que los jóvenes son así y soltó otra pregunta de forma indiferente.

—¿Odias a los demonios?

El chico se quedó en silencio, quizá notó la expresión del entrevistador por que empezó a responder de forma sincera.

—No los odio... Hmm, y-yo solo quiero proteger a los míos, esa es mi meta...

El joven se sentía orgulloso por pensar de ésa manera; pero el entrevistador siguió lanzando preguntas de forma indiferente hasta que tomo un papel y lo empezó a firmar. Era el acta de admisión para los jóvenes reclutas.

—Hmm... Bueno, ve al pabellón 304.

El joven casi soltó un grito de alegría, pero lo contuvo, el sabía que no era el momento de celebrar pero no pudo ocultar la sonrisa de su cara.

—Gracias señor

soltando palabras de gratitud se dirigió a su hogar mientras una voz se escuchaba a lo lejos

—Gracias a ti, joven héroe...